doi: 10.56294/cid2024102

 

REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA

 

Of the virtual as a promotor of interpretations in the acting of the contemporary subject

 

De lo virtual como gestor de interpretaciones en lo actuante del sujeto contemporáneo

 

Héctor S. Barrón Soto1  *

 

1Universidad Nacional Autónoma de México. México.

 

Citar como: Soto HSB. Of the virtual as a promotor of interpretations in the acting of the contemporary subject. Community and Interculturality in Dialogue 2024;3:102. https://doi.org/10.56294/cid2024102.

 

Enviado: 02-09-2023                          Revisado: 07-10-2023                            Aceptado: 28-12-2023                        Publicado: 29-12-2023

 

Editor: Prof. Dr. Javier González Argote

 

ABSTRACT

 

A reflection on the concept of the virtual from a psychoanalytic perspective is elaborated, and its epistemological trajectory up to the present day is analyzed in order to identify its composition and its elements in relation to the structure of the subject, in order to locate its participation in the mechanisms of interpretation of the unconscious in psychoanalytic devices. Starting from the axiom that psychoanalysis is a praxis dedicated to acts, especially failed ones, and that the virtual, proposed as a performance without act, provides a power detached from signification, it is proposed that it finds expressions constituted either as symptoms -which are the ones of interest here, as language phenomena-, or as social representation scenarios such as “virtual reality”, “virtualization phenomena”, or “virtuality”. The pertinence of this approach is sustained to the extent that the virtual has acquired not only a greater weight in the constitution of social relations, but its semblance is already seen as an inescapable factor to deepen the interpretation of that knowledge not known, or not wanted to know, of the subject of the unconscious.

 

Keywords: Psychoanalysis; Interpretation in Psychoanalysis; Act.

 

RESUMEN

 

Se elabora una reflexión sobre el concepto de lo virtual desde una perspectiva psicoanalítica, y se analiza su trayectoria epistemológica hasta la actualidad, para identificar su composición y sus elementos en relación con la estructura del sujeto, a fin de ubicar su participación en los mecanismos de interpretación del inconsciente en dispositivos psicoanalíticos. A partir del axioma de que el psicoanálisis es una praxis dedicada a actos, especialmente fallidos, y de que lo virtual, propuesto como una actuación sin acto, provee de una potencia desligada de una significación, se propone que encuentra expresiones constituidas ya sea como síntomas –que son las que aquí interesan, en tanto fenómenos del lenguaje-, o como escenarios de representación sociales tales como “realidad virtual”, “fenómenos de virtualización”, o “virtualidad”. La pertinencia de este abordaje se sostiene en la medida en que lo virtual ha adquirido no sólo un peso mayor en la constitución de las relaciones sociales, sino que se advierte ya su semblante como un factor ineludible para profundizar en la interpretación de aquél saber no sabido, o no querido saber, del sujeto del inconsciente.

 

Palabras clave: Psicoanálisis; Interpretación en Psicoanálisis; Acto.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Hablar del psicoanálisis es hacerlo sobre actos, no sólo porque se define como una praxis, sino porque es puntualmente una praxis que atiende a actos, en especial a actos fallidos, es decir, aquellos que dan cuenta de una causa desconocida a la palabra. En tal sentido, esos actos tienen un reverso que suele ser eludido, pero que es determinante para que aquellos actos se resuelvan ya sea en la consecución de un destino previsto, o bien en su fracaso; a este reverso se le llama potencia en griego, y virtual en latín.(1,2,3,4)

Históricamente lo virtual ha sido un concepto que no se ha sostenido por sí sólo, si no es como una propiedad, y su entorno de referencia en su constitución alude a la necesidad de un lenguaje que pretende comprender con la razón lo revelado, ya sea por la fe o ya sea por la intuición, de manera que su aparición sólida se presenta a través de un lenguaje escolástico en el que se define a lo virtual como a la potencia de Dios, o como a una capacidad de producir efectos, esto es, a la causa invisible e indeterminada de las consecuencias, esas si decibles o dentro del sistema del lenguaje.(5,6)

Para el psicoanálisis, lo virtual ha pasado casi desapercibido como objeto de estudio, no obstante que es imprescindible para sostener el ánimo que lo singulariza precisamente como una praxis que pretende abordar lo real desde lo simbólico,(7) pues no hay una relación pura y directa entre lo simbólico y lo real, sino que esta relación está mediada por esta peculiaridad que es de lo virtual.(8,9)

Es decir, lo virtual contiene en sí el dispositivo de contradicción que habrá de exponerse cuando la floración extermine a través de la refutación al capullo, para retomar la imagen de Hegel, o suspenda el desplazamiento del fruto hacia la flor como la existencia verdadera de la planta. Así lo declara Hegel desde el prólogo a la Fenomenología del espíritu:

“El capullo desaparece con la floración, y podría decirse que queda así refutado por ella, del mismo modo que el fruto declara la flor como una existencia falsa de la planta, y brota como su verdad en lugar de aquélla. Estas formas no sólo se diferencian entre sí, sino que, en tanto que incompatibles, se van desplazando unas a otras.”(10)

La relevancia de lo virtual es de tal dimensión que, aun siendo consecuencia como desprendimiento del acto, es concebible sin él, y está en capacidad de abstraerlo para ignorarlo; en cambio el acto requiere de lo virtual para sostenerse. Hay virtual en ignorancia de su acto, pero no hay acto sin virtual, aunque no todo lo virtual concluye en un nuevo acto, más bien repulsa de él; es decir, no hay una relación de correspondencia, ni de causa–efecto, más bien la hay de desasosiego, de intranquilidad entre ambas fuerzas que no se oponen, pero tampoco se armonizan: no hay un solo acto que no contenga a lo virtual, y sin embargo lo virtual no está comprometido con ningún acto.(11,12,13,14,15)

Inquirir por lo virtual desde el psicoanálisis es otra forma de preguntarse por los actos, a través precisamente de una indagación de aquello que se da por supuesto, y se constata como desconocido. Se da por incuestionable, por ejemplo, que una semilla sea un árbol en potencia, o un árbol virtual, pero ¿qué sucede cuando un sujeto actúa como un caballo? Se da por hecho que a lo virtual le sucederá un acto, pero ¿qué pensar cuando lo virtual se coloca y se vive como el acto mismo?

Intentar una aproximación a lo virtual con los instrumentos de interpretación del acto, es previsible, llevaría a un alejamiento de su naturaleza, pues no es de un acto de lo que aquí se pretende reflexionar, sino de la potencia que lo anuncia como existente, por ello es que de alguna forma se exige una exploración de un camino diferente al establecido por el logos, pero con lo que del logos pueda desprenderse, pues sin la palabra es imposible decir aún de lo que no se puede decir, y se hace por rodeos, por inferencias o por otros medios que exponen una estructura en donde lo que está sugiere también a lo que no está; es por ello que este documento se corresponde con un movimiento especulativo, y más precisamente, de un tipo de especulación psicoanalítica, tal como la admite Freud, es decir, como aquella que en los procesos inconscientes ubica a la conciencia como una función específica, y no como el carácter universal de ellos.(16)

 

DESARROLLO

El abordaje de lo virtual desde el psicoanálisis demanda de una pesquisa que se aviene al cuestionamiento, pues se trata de una exploración donde los presupuestos están invalidados por el tema mismo, desde que se suspende cualquier formulación lógica lineal de demostración de procedimientos de origen, destino y consecuencias. En todo caso hay preguntas que en la búsqueda de respuestas se apoyan en la mitología que puede llamarse clásica, pero especialmente en la mitología del psicoanálisis, que abre a cada afirmación o sugerencia ante su propio cuestionamiento y dubitación. Lo que se encuentra, está expuesto enseguida a perderse, si no es que ya se ha perdido, o se figuró como hallado.(17,18,19,20,21,22)

Por lo anterior es que en cierto modo se comprende que el mismo concepto de lo virtual estuviera marginado en la cultura occidental, y el soporte que proporciona para el andamiaje de argumentos y elaboraciones de pensamiento, se embozó con otras denominaciones o expresiones, como lo virtuoso, lo intangible, lo irreal, lo perfecto.

Lo virtual provoca cierto terror que ha abonado hacia esa marginación, y poco a poco, sin embargo, se ha acotado su presencia para que su instalación en el logos ingrese por los cauces de la seducción, acompañando a un malestar ideológico en contra de los actos, como un esfuerzo por tomar a lo virtual por los cuernos, que no tiene.

Y es que la filiación contemporánea de lo virtual con el hedonismo evidencia una contradicción originaria entre el proyecto del hombre ordinario que se adhiere al postulado del “nada humano me es ajeno” (nil humanum a me alienum puto), y por tanto obligado por ello a sufrir el sufrimiento de cualquiera, o padecer como propio cualquier padecimiento de algún otro (todos somos x), y el proyecto de aquél otro que quedó perdido en el pensamiento, y que ahora se presenta como descarnado, o descorporizado, es decir, indoloro, y que se conoce no por su apego moral con el uso de técnicas virtuosas, sino por su relación con el poder de su dolor aislado y su ambición por extinguirlo.

En el proyecto del homo sum hay una declaratoria de reconocimiento de que la Cosa y lo que hay, está en todos, para lo cual se requiere de esta creencia en un todos diasporizado, por decirlo del mejor modo;(23) en el proyecto del Vir, la declaración es que la Cosa está en él, aunque puede terminar en otros, de donde su dimensión no requiere de alguna premisa que convoque a un todos, ni siquiera a otros… tal vez sólo implique a un Otro que se significa precisamente como el dolor externo que se pretende extinguir por la vía de la fuerza y de la lucha en reacción hacia afuera, no por la vía de la contemplación y la quietud. Un hacia afuera que cuestiona el absoluto hegeliano y establece límites para diferenciarlo de un adentro, es decir, al final de cuentas, un asunto de topología que implica un reflujo entre una inclusión y una exclusión mediadas por un límite.

Con estas consideraciones es que se propone advertir a lo virtual como un significante, o mejor, como una propiedad (y por lo tanto un semblante de un gran Otro en de-formación), que en su naturaleza contiene a un solo acto original que se transforma en la potencia del ser, y que por ello sostiene a la actuación, al movimiento tempestuoso desinteresado en lograr un destino, y si lo hay, será por accidente; el acto subsecuente es así una serie de actos que rememoran algo del acto original, y es también menos una consecuencia consubstancial de lo virtual, que su fatal fracaso: la potencia pretendería preservarse como potencia ad infinitum (por ello, apegada a lo Real), y en esa pretensión se traza como un torbellino que en su origen tiene precisamente a lo infinitesimal, a lo mínimo necesario apenas para ser: una desviación que deja fuera la línea de las consecuencias determinadas por un solo punto, aunque, paradójicamente, el destino de lo virtual sea sólo uno, revestido con el dolor y que se nombra como la muerte.

Otras formas de nombrar a lo virtual como un suceder en busca de no lograrse como acto, son la agonía y la decadencia. Es quizás otra forma de decir lo que Lacan cuando afirma que el logos mata a la Cosa: si, el acto mata a lo virtual, por ser lo virtual el producto más próximo al acto de desarraigo de la Cosa. Por ello puede decirse que, si el acto no es sin lo virtual, también habríamos de decir que, con el acto, lo virtual deja de ser.

De lo anterior es de donde lo virtual repulsa del acto, pues lo virtual es más cercano a la Cosa que a la palabra, pero también le es imposible un retorno a la Cosa: su dirección apunta en otro sentido. Aquello que la Cosa echa fuera, adquiere como propiedad fundadora la imposibilidad de regresar a la Cosa: sus puertas una vez que se abren, no se abaten hacia adentro.

Y hay que insistir en que no todo lo virtual fracasa como logos. Lo que la palabra ata de lo virtual, tampoco tiene retorno a lo virtual. La fuente de lo virtual es el acto original de desarraigo de la Cosa, tanto como la fuente de la palabra es lo virtual, o, para decirlo de otra forma, no hay relación directa entre la palabra y la Cosa, pues entre la Cosa y la palabra está lo virtual, que es el mediador entre ambas, lo en mediado. Puede observarse, así, como un límite entre lo Real y lo Simbólico, pero en todo caso es un límite actuante y en permanente excitación.

Lo virtual es un largo preparativo de lo desarraigado de la Cosa contra la presencia del logos, y al final no importa el resultado de esta guerra, sino solamente ese preparativo que es también una elusión del acontecimiento, una acumulación de armas que pueden o no ser activadas, una eterna fabricación de guerreros de terracota, o una prolongada estancia debajo de un cielo prevenido contra la maldad asistida por los nubarrones, mientras se cuenta y se cuenta:

 

“Y para la guerra construyeron carromatos de 15 pies de altura

con una caja debajo para provisiones

(vide Valturio)

y un cañón al frente, una torre rodeada de lanzas;

teníamos mil carromatos de estos

que llenarían un campo de cuatro li

y nunca entraron en acción.”(24)

 

La guerra que le importa a lo virtual se sostiene en lo que acontece, nunca en el acontecimiento, por eso en sus fundamentos está el contar, más que el resultado de esa contabilidad. Esto abona a comprender por qué es que en lo virtual no prosperan las ideologías, pues si hay un desinterés o descreimiento y repulsión de cualquier efecto, hay también una omisión y olvido de cualquier causa. Visto así, como lo ve Macbeth en sus últimos momentos, es el terror puro de algo sin principio en la memoria, en búsqueda desesperada de aquello único que abomina y que por ello anhela: “El mañana y el mañana y el mañana avanzan en pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayeres han alumbrado a los locos el camino hacia el polvo de la muerte”.(25)

¿Se advierte ese tiempo circular que sólo reconoce a la palabra desagregada del lenguaje, en procura de ese destino también descorporizado en los minúsculos granos del polvo? Nada más apaciguador aquí que, al igual que Macbeth, descubrirse fuera del homo: “¡Me burlo de las espadas y desprecio las armas blandidas por el hombre que haya sido dado a luz por mujer!” (p. 1623), pues sólo hallará la muerte por medio de un no-nacido de mujer, como se lo han dicho entre el aire sucio las tres infernales hermanas.(25)

 

¿De qué habla lo virtual?

Lo virtual, lo virtus y el Vir han quedado desde siempre fuera del pacto establecido por Terencio para el proyecto de la humanidad, opuesto a la figura del enemigo de sí mismo, desde la comedia latina y sus enredos fársicos, y nada le es más ajeno que lo humano. Desde esta revelación es que lo virtual contiene una amenaza aún poco vista para la estabilidad de lo ordinario, y para la reproducción de los sistemas institucionales de intercambio, ya sea monetarios o sociales; la banca opuesta a la presencia de las criptomonedas puede dar nota de esta crisis del capitalismo a la que le ha inducido la ocupación de lo virtual en los espacios del acto, derivada por cierto de la propia dinámica capitalista de consumo, donde el acto mismo es puesto como objeto de consumo. El hágalo usted mismo ha cedido al nosotros lo hacemos por usted, y aún más: si la naturaleza tampoco puede, nosotros lo hacemos; la reproducción asistida es un ejemplo, o cualquier programa de biogenética.(26,27)

La amenaza se constituye, por supuesto, no en el fin del capitalismo, sino en la perpetuación de su agonía. Esto es, no en el fin de la historia, sino en el avance del mañana y del mañana y del mañana, hacia el polvo de la muerte. Lo que aún no logra verse con claridad es que, si lo virtual llegara a tragarse al acto, lo humano habrá desaparecido; en su oposición, el acto sin lo virtual se denomina también como el más pleno hic et nunc, o la supresión de los límites entre el adentro y el afuera, o la instauración de la ficción de lo Absoluto, otra forma de aniquilar a lo humano. La única experiencia que hemos tenido entre estas dos es la segunda, y se le ha llamado holocausto.

Para el psicoanálisis, la pregunta sobre lo virtual implica a todo aquello que para resolverse invoca a lo que se desarraiga de lo Real para incorporarse o no a lo Simbólico, de dónde la indagación se pliega en lo imposible de decir desde la constitución de la palabra, y sin embargo sujeto a lo que alcanza ese Logos a articular alrededor de ese trayecto hacia el ser, esto es: inquiere sobre el destino fijado en el proyecto del ser, desde su ex-sistencia, como una fuerza que adviene violentamente (con el signo negativo de la muerte), de fuera, y provoca reacciones de afirmación ante la vida.

Preguntas que se desprenden de ésta, y que son ineludibles, atienden a la topología y al espacio, al límite o frontera y a las fuerzas y las direcciones con que interactúan. Habrá que estar prevenidos sobre estos temas, que no remiten al espacio establecido por Galileo y por Newton, y por consiguiente no se refiere a una extensión homogénea en cada uno de sus puntos, sino al espacio freudiano que considera un adentro y un afuera, y en el que el espacio del adentro se convulsiona por causa de las pulsiones que observan trayectorias que lo modifican y lo alteran desde el afuera; y aún más, en el espacio lacaniano donde el afuera es el adentro manifiesto en esa superficie de la cinta de Moebius.

Es con Santo Tomás de Aquino que el concepto de lo virtual fue dilucidado con mayor detalle, de manera que se deslindó su operación enfrente de otros conceptos que compartían origen, pero no proyección; en esta dinámica, se presenta a la “virtualidad”, que procede de la virtualitas latina, y a lo “virtual”, que tiene su origen en lo que en latín se calificaba como virtualis, que se deriva de virtus, término que en la Roma clásica tiene un significado relacionado con el valor, la fuerza y la excelencia, es decir con la virtud, aunque una virtud definida no por la afirmación, sino por la oposición y la negatividad, como lo expresa Quintiliano, al decir que la virtus es una ausencia de defectos: “uirtus est fuga uitiorum”, es decir, algo que está en positivo en tanto no está como su negativo; esta singularidad estará en el corazón de lo virtual y la distinguirá de otras expresiones desprendidas de la virtualitas, que apuntan a lo positivo absoluto contenido en la perfección, y que no son sino un tema secundario en este ensayo.

Santo Tomás establece límites al sentido de lo virtualis- virtus - virtual al vincularlo al contacto y a la tangibilidad, y que por ello puede tener una expresión plenamente virtual o sólo corporal; es corporal cuando dos cuerpos se tocan, sin mayor efecto que ese toque, y es virtual cuando el contacto provoca un cambio en alguna característica de alguno de los cuerpos contactados, o de los dos. Es decir, lo virtual es una fuerza que altera el valor de algo al entrar en contacto con él a través de otro, o con otro a través de él, o finalmente que altera el valor de los cuerpos que entran en contacto entre sí, de aquí que la individualidad sea imposible en lo virtual: no hay un solo A, sino un A que para ser requiere un B, así este B sea el mismo A, pero como destino. En esta operación, Santo Tomás legitima el concepto al desprenderlo del concepto aristotélico de dynamis, que se combina con la enérgeia, sosteniendo la dialéctica potentia y actus, potencia y acto.

Como puede adelantarse, lo virtual es un concepto que se creó a partir de la necesidad de nombrar algo, algo que aún no ha sido aprehendido, y esa construcción no ha sido por tanto concluida, de tal forma que se ha adherido a una dinámica de polisemia que refiere a una potencia entendida como una fuerza ante algo, tanto como una posibilidad de ubicarse en otro sitio diferente al de su origen, así sea afectando lo que está en su contacto; lo virtual no es per se, sino en relación con algo más que contiene en sí, nunca con algo más que no le pertenece: A – A´.

Lo virtual de forma directa no fue un problema atendido por Freud, y lo fue de una manera indirecta por Lacan, aunque es un problema que está presente en la formulación de varias propuestas fundamentales para el psicoanálisis, y que es posible explorar a través de su vinculación con otros conceptos sustantivos como la potencialidad, lo latente y el deseo, e incluso se prevé una presencia más definitiva, cuando se le observa una naturaleza que puede sostener un acercamiento hacia aquello posible de ser que no quiere ser, es decir, con un resto fracasado en su gestación como síntoma.

 

CONCLUSIONES

Lo virtual desde el psicoanálisis es un elemento que participa e influye en la elaboración de expresiones del inconsciente tan notables como el síntoma, desde su instalación en el inconsciente como una fuerza con dirección a la revelación o manifestación, que se arraiga en la imposibilidad de ser dicha en la palabra, de tal forma que trastoca la posición de la realidad externa como una manifestación de sí, es decir, lo virtual ubica a la realidad externa como su síntoma.

Lo virtual es una fuerza diferenciada de la fuerza del acto, y por ello dispone de una caracterización también singular, que exige aún de posiciones arriesgadas para su abordaje, pues está fuera del lenguaje mismo, por lo que elaborar un decir sobre lo virtual es un planteamiento útil a condición de que no se olvide de su impostura; esta empresa sin embargo no es desconocida para el psicoanálisis, que dice sobre aquello que no se dice sino precisamente ahí donde no se le quiere decir.

Se dice de lo virtual, entonces, cuando no se dice del acto, pues lo virtual está ahí donde el acto ha dejado de estar, o ha sido suspendido: decir del acto es la única manera de decir de lo virtual, y siempre será así en tanto que lo que no se dice del acto es lo que corresponde a lo virtual.

De lo virtual, entonces, no se dice; apenas que lo virtual está afuera del lenguaje, y por lo tanto está en el dominio de lo Real, pero no de lo Real puro e indecible, sino en la región más de la superficie de lo Real, y por decirlo de algún modo, de lo Real impuro: ahí donde hay una proximidad hacia el lenguaje: lo virtual está en la punta de la lengua, y vive en el filo del despeñadero hacia el decir. Y si bien se puede decir que lo virtual está fuera del lenguaje, no se puede decir lo opuesto, pues lo virtual también dice. ¿Y de qué habla lo virtual? Especialmente, lo virtual habla de lo que sin pertenecerle lo constituye. En primer lugar, la fuerza que lo hace es una fuerza desprendida de lo Real que lo empuja hacia el lenguaje, que tampoco le pertenece. Lo virtual habla también de linderos que están indeterminados, pero que usualmente permanecen lo suficiente para decidir cuándo un acto se presenta o no.

Cuando estos linderos desaparecen, o el lenguaje consume a lo virtual, instaurando el reino del hic et nunc permanente, en una especie de reduccionismo simbólico, o de la serie que enlaza fragmentos uno tras otro, o lo virtual se apodera del lenguaje, desplegando una actuación infinita propia de lo Real absoluto, o de la serialidad, en la que un evento se reproduce y se desliga de un principio y de un fin. Estos dos riesgos siempre han estado presentes, aunque quizás no se hayan vislumbrado con tanta frecuencia como en nuestra época.

 

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FINANCIACIÓN

No existe financiación para el presente artículo.

 

CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran que no existe conflicto de interés.

 

CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA

Conceptualización: Héctor S. Barrón Soto.

Investigación: Héctor S. Barrón Soto.

Metodología: Héctor S. Barrón Soto.

Administración del proyecto: Héctor S. Barrón Soto.

Redacción-borrador original: Héctor S. Barrón Soto.

Redacción-revisión y edición: Héctor S. Barrón Soto.